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particular.
En otro reino de la Tierra, la enorme horda atravesaba en una loca carrera
los pastizales del norte, dando gritos y cantando tras su jefe, un jinete de negra
armadura. Se iban acercando cada vez más a la solitaria Tanelorn; sus abigarradas
armas brillaban en las nieblas del atardecer. Al igual que una marejada hirviente de
insensatos, la turba avanzaba, impulsada por el odio histérico hacia Tanelorn que
Narjhan había sembrado en sus corazones. Ladrones, asesinos, chacales, buscadores
de carroña... era una horda de famélicos, pero era enorme...
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En Tanelorn, los rostros de los guerreros se ensombrecían a medida que los
batidores y exploradores entraban en la ciudad portando mensajes y cálculos sobre la
fuerza del ejército de pordioseros.
Brut, vestido con la armadura plateada propia de su rango, sabía que habían
transcurrido dos días completos desde que Rackhir partiera con destino al Desierto
de los Suspiros. Tres días más y la ciudad sería engullida por la poderosa chusma de
Narjhan; sabían que no había posibilidades de detener su avance. Podían marcharse y
dejar a Tanelorn abandonada a su destino, pero no lo hicieron. Ni siquiera el débil
Uroch lo hizo. Porque Tanelorn, la Misteriosa, les había otorgado un poder secreto
que cada uno de ellos creía suyo, una fuerza que los llenó después de haber sido
hombres vacíos. Se quedaron por puro egoísmo, porque abandonar Tanelorn a su
destino habría, significado volver a ser hombres vacíos, algo que todos temían.
Brut, el jefe, preparó la defensa de Tanelorn, una defensa que podría haber
bastado para contener al ejército de pordioseros, pero que no sería suficiente para
luchar contra ellos y el Caos. Brut se estremeció al pensar que si el Caos había
dirigido todas sus fuerzas contra Tanelorn, no tardarían en encontrarse todos
llorando en el Infierno.
Sobre Tanelorn se elevó una nube de polvo, levantada por los cascos de los
caballos de los batidores y los mensajeros. Uno de ellos traspuso la puerta mientras
Brut vigilaba. Detuvo su cabalgadura ante el noble. Era un mensajero de Kaarlak,
situada junto al Erial de los Sollozos, una de las ciudades más importantes y más
cercanas a Tanelorn.
 Pedí ayuda en Kaarlak  anunció jadeando el mensajero , pero tal como
suponíamos, jamás han oído hablar de Tanelorn y sospecharon que fuese un emisario
del ejército de pordioseros enviado para tenderles una trampa a sus nuevas fuerzas.
Supliqué a los Senadores que nos auxiliaran, pero se negaron.
 ¿No estaba allí Elric? Él conoce Tanelorn.
 No, no estaba. Se rumorea que está luchando contra el Caos, pues los
esbirros enviados por éste capturaron a Zarozinia, su esposa, y ha ido tras ellos. Al
parecer, el Caos está cobrando fuerzas en todos los confines de nuestro reino.
Brut palideció.
 ¿Qué me dices de Jadmar..., nos enviará Jadmar sus guerreros?  inquirió el
mensajero con urgencia, pues muchos habían sido enviados a solicitar ayuda a las
ciudades más cercanas.
 No lo sé  respondió Brut , pero da igual, pues el ejército de pordioseros
se encuentra a apenas tres días de marcha de Tanelorn, y las fuerzas jadmarianas
tardarían dos semanas en llegar hasta aquí.
 ¿Y Rackhir?
 No sé nada de él, y aún no ha regresado. Tengo el presentimiento de que no
volverá. Tanelorn está perdida.
Rackhir y Lamsar hicieron una reverencia ante los tres hombrecitos, sentados en
la tienda, pero uno de ellos les dijo, impaciente:
 No os humilléis ante nosotros, amigos, pues nosotros somos más humildes
que nadie.
Los dos hombres se incorporaron y esperaron a que volvieran a dirigirles la
palabra.
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Los Señores Grises daban por sentada la humildad, pero al parecer, ésa era su
mayor ostentación, pues era para ellos motivo de orgullo. Rackhir se dio cuenta de
que tendría que recurrir a la adulación sutil y no estaba seguro de poder hacerlo, pues
él era guerrero y no cortesano ni diplomático. Lamsar también se dio cuenta de la
situación y dijo:
 Señores, nos enorgullecemos de haber venido a veros para aprender las
verdades más simples, que son las únicas verdades..., las que vosotros podáis
enseñarnos.
El portavoz sonrió modestamente y repuso:
 No somos quiénes para definir la verdad, lo único que podemos hacer es
ofreceros nuestros pensamientos incompletos. Quizá podrían resultaros
interesantes o ayudaros a encontrar vuestras propias verdades.
 Así es  dijo Rackhir sin saber a ciencia cierta con qué estaba de acuerdo,
pero juzgó que era lo mejor . Nos preguntábamos si no tendríais alguna sugerencia
que hacernos en relación con el asunto que nos preocupa..., la protección de nuestra
Tanelorn.
 Seríamos incapaces de mostrarnos tan orgullosos como para imponer
nuestros criterios. No somos intelectos superiores  repuso el portavoz,
imperturbable . Además, no confiamos en nuestras propias decisiones; quién sabe
si no pueden llegar a ser equivocadas o a fundamentarse en informaciones falsas.
 Ciertamente  dijo Lamsar, considerando que debía adularlos utilizando
para ello la humildad de la que hacían gala , y es una suerte para nosotros, Señores
míos, que no confundamos el orgullo con el conocimiento, pues es el hombre
callado, que observa y dice poco, quien más ve. Por tanto, aunque sabemos que no
confiáis en que vuestras sugerencias o vuestra ayuda puedan ser útiles, a pesar de
ello, tomamos ejemplo de vuestra conducta y humildemente os preguntamos si
conocéis alguna forma en la que podamos rescatar a Tanelorn.
Rackhir apenas había podido seguir las complejidades del argumento
aparentemente cándido de Lamsar, pero notó que los Señores Grises estaban
satisfechos. Entretanto, por el rabillo del ojo observaba a Sorana. La mujer sonreía
para sí, y resultaba evidente, por las características de su sonrisa, que se estaban
comportando del modo correcto. Sorana escuchaba atentamente, y Rackhir maldijo
para sus adentros que los Señores del Caos estuvieran al tanto de todo y que, aunque
él y Lamsar lograsen obtener la ayuda de los Señores Grises, pudiesen prever y
detener cualquier acción que emprendiesen para salvar a Tanelorn.
El portavoz conferenció con sus compañeros en una lengua diáfana y
finalmente dijo:
 Son raras las ocasiones que se nos presentan de tratar con hombres
tan valientes e inteligentes. ¿Cómo pueden nuestras mentes insignificantes
auxiliaros de un modo ventajoso?
Rackhir se dio cuenta de repente de que, después de todo, los Señores [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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