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No te preocupes. Los armarios seguirán allí cuando volvamos. Además, casi he
terminado arriba y te puedo ayudar.
Julie hizo caso omiso de la mano tendida hacia ella y se puso de pie con un esfuerzo.
Cuanto menos lo tocase, mejor.
De acuerdo, un ratito nada más dijo. Luego acabaría ella sola la pintura. Era algo
de lo que podía ocuparse sola y dejarle a Tony los trabajos que ella no podía hacer.
Además, sería mejor que se mantuviesen en distintos sitios de la casa. Le costaba
trabajo concentrarse cuando lo tenía cerca.
Ve a ponerte el traje de baño, que te espero aquí le dijo él.
¿Y tú? le preguntó, mirándole los vaqueros.
Tony le puso las manos en los hombros y la giró hacia las escaleras.
Ya me lo he puesto.
Julie se marchó con el pulso acelerado. No había derecho que él tuviese aquel efecto
sobre ella. Subió y se puso un traje de baño de una pieza, y una camiseta larga.
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Cuando volvió a bajar, Tony había juntado toallas, dos botellas de agua y una pila de
sándwiches.
Qué rápido eres.
Es algo que se aprende. Teníamos que estar preparados y subidos al avión en cosa
de minutos agarró todo y se dirigieron a su camión.
Llevaremos a la bestia dijo, señalando la vieja pick-up . Tiene tracción en las
cuatro ruedas y podremos ir por las dunas.
De acuerdo le resultaba tan agradable salir de la casa que no le importaba a
dónde fuesen. No se había dado cuenta de lo encerrada que se sentía.
Tony condujo hasta las dunas y aparcó en una playa lejos de la rompiente.
¿Quieres nadar?
La verdad, es que no demasiado dijo ella. Hacía siglos que no se metía en el mar.
La fuerza de las olas la intimidaba.
Venga. Yo le ayudaré a cruzar la rompiente. Quizá te resulte un poco difícil pasarla
con un ala rota.
Me parece que no... dijo ella, echándole un vistazo a las olas.
Venga, no seas gallina. Ya verás qué divertido.
De acuerdo dijo, porque no quería que él pensase que era una cobarde. Se quitó
la camiseta lentamente, dejándola en el camión. Se dio la vuelta y vio a Tony
mirándola fijamente. Se miró el traje de baño . ¿Qué pasa?
Nada. Todo está perfecto dio él, recorriéndola con la vista.
Gracias dijo ella, ruborizándose. Deseó que no la hiciese sentir tan bien.
De nada dijo él, quitándose la camiseta y comenzando a desabrocharse los
botones de la bragueta.
Julie apartó la vista y se dirigió a las olas. Necesitaba meterse en el agua helada para
refrescarse. Tony la alcanzó a mitad de camino y luego aceleró, pasándola. Julie se
detuvo para verlo lanzarse de cabeza contra una ola. La perfección de su cuerpo le
quitó el aliento. Lo había visto sin la camisa, pero en traje de baño, parecía un modelo
para la publicidad de un gimnasio.
Tony nadó unos cincuenta metros y luego se dejó arrastrar por una ola hasta llegar a
ella que estaba de pie, con el agua por los tobillos.
Venga, entra. Ya te acostumbrarás al frío le dijo, tomándola del brazo.
La sujetó y la protegió de una ola que rompía, haciéndola darse la vuelta para recibir
él la fuerza del agua. El frío la dejó sin respiración.
¡Espera! ¡Está helada!
Tony chasqueó la lengua y siguió guiándola más y más profundo hasta que
atravesaron la rompiente. Tenía el irritante hábito de empujarla a hacer cosas que ella
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no quería hacer, pensó, malhumorada, aunque tenía que admitir que ya se estaba
acostumbrando al agua fría.
Se habían internado tanto en el mar que ya no había más turbulencia, solo mansas
olas que los mecían suavemente. Julie no podía dejar de pensar en el cuerpo de Tony,
pegado contra su espalda. La seguía sujetando por la cintura.
¿Vas bien?
Ya me puedes soltar le dijo, asintiendo. Comenzaba a entrar en calor, y ello no se
debía en absoluto a la temperatura del agua.
El retiró su mano lentamente, como la caricia de un amante.
Voy a nadar un poco. Enseguida vuelvo. No te preocupes si te arrastra la corriente,
que yo te encontraré.
Se marchó y, en cuestión de segundos, sus poderosas brazadas lo habían alejado
tanto que solo se veía su cabeza, subiendo y bajando en el agua.
Julie hizo la plancha y dejó que el sol le calentase el rostro mientras la mecía el agua
sajada. Le encantaba la sensación de las olas y la corriente contra su cuerpo. Nunca
imaginó que sentiría semejante serenidad. La enormidad del océano tendría que
haberla asustado, pero ella la encontraba relajante.
Pensó en Tony y en el alivio que había sentido al verlo. Y no solo era por la cuestión
de acabar con la casa. Lo había echado de menos.
No quería sentir aquello. El vivía en Ferndale y estaba construyéndose una vida en la
que ella no quería participar. Ella quería volverse a Los Angeles, a la energía y ruido
de la gran ciudad. En Ferndale todo era demasiado tranquilo. Tenía demasiado
tiempo para pensar y los fantasmas del pasado se le aparecían una y otra vez.
Una enorme ola la meció suavemente y recordó cómo se había sentido cuando llegó a
la casa de Bessie después de la muerte de sus padres, su tremenda soledad. En Los
Angeles había tenido una familia y muchos amigos. En Ferndale no tenía a nadie.
Tony volvió y ella abandonó agradecida sus deprimentes pensamientos.
¿Lista para volver? le preguntó él, sacudiéndose el agua del pelo como un perro.
Lista dijo y se dio cuenta con sorpresa que le hubiese gustado quedarse más,
pero todavía tenía mucho trabajo por hacer.
Te ayudaré a pasar la rompiente. Relájate y déjame que yo me ocupe.
Cuando ella asintió, él le pasó un brazo por la cintura. La sensación de su cálido
cuerpo contra el de ella fue deliciosa.
Déjate llevar le dijo, dándole una pequeña sacudida . Estás muy tensa.
¿Cómo pretendía que se relajase si lo tenía pegado a su cuerpo? Hizo una profunda
inspiración y relajó las piernas y los brazos.
De acuerdo.
Él le apoyó los labios contra la sien.
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Venga, Julie, confías en mí, ¿no?
Desde luego que confiaba en él. Aquella era la primera vez que había disfrutado
nadando en el océano. Lo que no sabía era si confiaba en sí misma.
Tony la llevó flotando hasta la orilla y la soltó cuando ella hizo pie. Se sintió
sorprendida al notarse las piernas flojas cuando salieron de la rompiente.
¿Cuánto tiempo estuvimos allí?
Alrededor de una hora dijo Tony, tras mirar el sol con los ojos entrecerrados.
Se echaron sobre las toallas y ella se puso la camiseta sobre el traje de baño mojado.
Tony lamentó que lo hiciese. Le gustaba mirarla. Bueno, al menos podría disfrutar de
sus largas y preciosas piernas.
¿Tienes hambre? le preguntó.
Ella lo pensó un momento y luego asintió. Siempre hacía lo mismo, pensó él. Se
tomaba todo muy en serio, hasta algo tan simple como tener hambre. Le dio la
impresión de que ella temía cometer errores, aunque fuesen pequeños. Sacó los
sándwiches y le pasó uno junto con una botella de agua.
Cuando vendas la casa, ¿piensas usar el dinero para comprarte algo en Los
Angeles? [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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No te preocupes. Los armarios seguirán allí cuando volvamos. Además, casi he
terminado arriba y te puedo ayudar.
Julie hizo caso omiso de la mano tendida hacia ella y se puso de pie con un esfuerzo.
Cuanto menos lo tocase, mejor.
De acuerdo, un ratito nada más dijo. Luego acabaría ella sola la pintura. Era algo
de lo que podía ocuparse sola y dejarle a Tony los trabajos que ella no podía hacer.
Además, sería mejor que se mantuviesen en distintos sitios de la casa. Le costaba
trabajo concentrarse cuando lo tenía cerca.
Ve a ponerte el traje de baño, que te espero aquí le dijo él.
¿Y tú? le preguntó, mirándole los vaqueros.
Tony le puso las manos en los hombros y la giró hacia las escaleras.
Ya me lo he puesto.
Julie se marchó con el pulso acelerado. No había derecho que él tuviese aquel efecto
sobre ella. Subió y se puso un traje de baño de una pieza, y una camiseta larga.
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Cuando volvió a bajar, Tony había juntado toallas, dos botellas de agua y una pila de
sándwiches.
Qué rápido eres.
Es algo que se aprende. Teníamos que estar preparados y subidos al avión en cosa
de minutos agarró todo y se dirigieron a su camión.
Llevaremos a la bestia dijo, señalando la vieja pick-up . Tiene tracción en las
cuatro ruedas y podremos ir por las dunas.
De acuerdo le resultaba tan agradable salir de la casa que no le importaba a
dónde fuesen. No se había dado cuenta de lo encerrada que se sentía.
Tony condujo hasta las dunas y aparcó en una playa lejos de la rompiente.
¿Quieres nadar?
La verdad, es que no demasiado dijo ella. Hacía siglos que no se metía en el mar.
La fuerza de las olas la intimidaba.
Venga. Yo le ayudaré a cruzar la rompiente. Quizá te resulte un poco difícil pasarla
con un ala rota.
Me parece que no... dijo ella, echándole un vistazo a las olas.
Venga, no seas gallina. Ya verás qué divertido.
De acuerdo dijo, porque no quería que él pensase que era una cobarde. Se quitó
la camiseta lentamente, dejándola en el camión. Se dio la vuelta y vio a Tony
mirándola fijamente. Se miró el traje de baño . ¿Qué pasa?
Nada. Todo está perfecto dio él, recorriéndola con la vista.
Gracias dijo ella, ruborizándose. Deseó que no la hiciese sentir tan bien.
De nada dijo él, quitándose la camiseta y comenzando a desabrocharse los
botones de la bragueta.
Julie apartó la vista y se dirigió a las olas. Necesitaba meterse en el agua helada para
refrescarse. Tony la alcanzó a mitad de camino y luego aceleró, pasándola. Julie se
detuvo para verlo lanzarse de cabeza contra una ola. La perfección de su cuerpo le
quitó el aliento. Lo había visto sin la camisa, pero en traje de baño, parecía un modelo
para la publicidad de un gimnasio.
Tony nadó unos cincuenta metros y luego se dejó arrastrar por una ola hasta llegar a
ella que estaba de pie, con el agua por los tobillos.
Venga, entra. Ya te acostumbrarás al frío le dijo, tomándola del brazo.
La sujetó y la protegió de una ola que rompía, haciéndola darse la vuelta para recibir
él la fuerza del agua. El frío la dejó sin respiración.
¡Espera! ¡Está helada!
Tony chasqueó la lengua y siguió guiándola más y más profundo hasta que
atravesaron la rompiente. Tenía el irritante hábito de empujarla a hacer cosas que ella
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no quería hacer, pensó, malhumorada, aunque tenía que admitir que ya se estaba
acostumbrando al agua fría.
Se habían internado tanto en el mar que ya no había más turbulencia, solo mansas
olas que los mecían suavemente. Julie no podía dejar de pensar en el cuerpo de Tony,
pegado contra su espalda. La seguía sujetando por la cintura.
¿Vas bien?
Ya me puedes soltar le dijo, asintiendo. Comenzaba a entrar en calor, y ello no se
debía en absoluto a la temperatura del agua.
El retiró su mano lentamente, como la caricia de un amante.
Voy a nadar un poco. Enseguida vuelvo. No te preocupes si te arrastra la corriente,
que yo te encontraré.
Se marchó y, en cuestión de segundos, sus poderosas brazadas lo habían alejado
tanto que solo se veía su cabeza, subiendo y bajando en el agua.
Julie hizo la plancha y dejó que el sol le calentase el rostro mientras la mecía el agua
sajada. Le encantaba la sensación de las olas y la corriente contra su cuerpo. Nunca
imaginó que sentiría semejante serenidad. La enormidad del océano tendría que
haberla asustado, pero ella la encontraba relajante.
Pensó en Tony y en el alivio que había sentido al verlo. Y no solo era por la cuestión
de acabar con la casa. Lo había echado de menos.
No quería sentir aquello. El vivía en Ferndale y estaba construyéndose una vida en la
que ella no quería participar. Ella quería volverse a Los Angeles, a la energía y ruido
de la gran ciudad. En Ferndale todo era demasiado tranquilo. Tenía demasiado
tiempo para pensar y los fantasmas del pasado se le aparecían una y otra vez.
Una enorme ola la meció suavemente y recordó cómo se había sentido cuando llegó a
la casa de Bessie después de la muerte de sus padres, su tremenda soledad. En Los
Angeles había tenido una familia y muchos amigos. En Ferndale no tenía a nadie.
Tony volvió y ella abandonó agradecida sus deprimentes pensamientos.
¿Lista para volver? le preguntó él, sacudiéndose el agua del pelo como un perro.
Lista dijo y se dio cuenta con sorpresa que le hubiese gustado quedarse más,
pero todavía tenía mucho trabajo por hacer.
Te ayudaré a pasar la rompiente. Relájate y déjame que yo me ocupe.
Cuando ella asintió, él le pasó un brazo por la cintura. La sensación de su cálido
cuerpo contra el de ella fue deliciosa.
Déjate llevar le dijo, dándole una pequeña sacudida . Estás muy tensa.
¿Cómo pretendía que se relajase si lo tenía pegado a su cuerpo? Hizo una profunda
inspiración y relajó las piernas y los brazos.
De acuerdo.
Él le apoyó los labios contra la sien.
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Venga, Julie, confías en mí, ¿no?
Desde luego que confiaba en él. Aquella era la primera vez que había disfrutado
nadando en el océano. Lo que no sabía era si confiaba en sí misma.
Tony la llevó flotando hasta la orilla y la soltó cuando ella hizo pie. Se sintió
sorprendida al notarse las piernas flojas cuando salieron de la rompiente.
¿Cuánto tiempo estuvimos allí?
Alrededor de una hora dijo Tony, tras mirar el sol con los ojos entrecerrados.
Se echaron sobre las toallas y ella se puso la camiseta sobre el traje de baño mojado.
Tony lamentó que lo hiciese. Le gustaba mirarla. Bueno, al menos podría disfrutar de
sus largas y preciosas piernas.
¿Tienes hambre? le preguntó.
Ella lo pensó un momento y luego asintió. Siempre hacía lo mismo, pensó él. Se
tomaba todo muy en serio, hasta algo tan simple como tener hambre. Le dio la
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